Publicada en el diario La Nación (ARG) a partir de un anuncio aparecido en El Domingo que anunciaban sobre la fecha, me pareció una buena oportunidad para insistir con el tema.
El domingo de Pascua se celebra también el Día del Matrimonio.
La Pascua, para los católicos, tiene un significado muy especial. Marca el triunfo de la vida sobre la muerte, es el día de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, es la esperanza y la alegría.
Coinciden ambas celebraciones y es óptima la oportunidad para destacar el tremendo valor que tiene el matrimonio sacramental, el cual es el símbolo de una alianza perpetua con un testigo preferencial que no es otro que Dios.
Este tema es tan importante que su ruptura afecta a los divorciados católicos casi a perpetuidad, situación que se potencia al volverse a unir, constituyendo una categoría tan especial que hasta Juan Pablo II se ha ocupado del tema, llevando un mensaje reconfortante y sumamente preciso respecto de las posibilidades y restricciones que esta situación genera.
Los matrimonios sacramentados y los de nueva unión tenemos en Pascua nuestro día, es una buena oportunidad para renovar las promesas y para abrir el corazón recibiendo a todos aquellos que, por tener un status familiar irregular, no podrán acercarse a comulgar, pero revalorizarán una vez más el valor de la Comunión Espiritual.
Una Pastoral realista, aggiornada y misericordiosa, es el camino adecuado por seguir para que todos podamos disfrutar enteramente de las enseñanzas de nuestros obispos y estar cada día un poco más cerca de la Salvación
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