Ahora que ha escandalizado a lo más retrogrado de nuestra sociedad y sigue despertando el corazón de quienes ven a la edad media como el futuro dice que ha conocido marxistas que eran buenas personas, antes que los enloquezca, ojalá pueda leer este Post.
Santo Padre:
Quizás debería llamarse a silencio:
- ¿a quien
se le ocurre que se pueda ser marxista y buena persona?
- ¿a quien se le ocurre
no mandar al infierno a los gays?,
- ¿a quien se le ocurre decirle a la juventud
Hagan Lío?,
- ¿a quién se le ocurre querer una iglesia pobre para los pobres?,
- ¿a
quien se le ocurre querer pastores con olor a oveja?,
- ¿a quien se le ocurre
correr el velo y pretender poner la casa en orden?
Ya está bien de tantas
herejías.
¿A quien se le ocurre convocar a una Asamblea
para tratar la problemática de la familia y colar en medio de ella la cuestión
de los divorciados en nueva unión?, si todo sería tan fácil, excomunión para
todos y a otra cosa mariposa.
Pero no, Usted insiste, provoca, despierta,
convoca y a decir de algunos hasta consigue incrementar la feligresía, quitando
la sensación de pertenencia de todo lo relacionado con la iglesia a los puros,
los cumplidores, los que no llegarán a santos porque no se adjudican milagros,
que sino también lo serian.
Santo Padre pare con esta situación, el día
que diga que conoció a un gay buena persona quizás le acusen de patrocinar la
próxima marcha del orgullo, hasta allí podíamos llegar.
Por favor no salga (si es que lo hace o lo
hizo) de noche a compartir con los pobres, cuídese del contagio, no acaricie a
los niños, no sea cosa que lo acusen de alguna cosita, no se le plante a los
poderosos no sea cosa que le tiren alguna cascarita de plátano y lo hagan
patinar, si todo nos separa para que venir a unirnos a los que sentimos la
Iglesia como la casa de todos, a los que soñamos con que la misericordia sea
más importante que la justicia, a quienes como ovejas perdidas no descarriadas,
tenemos la osadía de buscar un pastor que nos guie, no pierda el tiempo,
mándenos a la hoguera, purifique la especie.
Déjenos tirados, ofrézcanos flagelación, denos
un cilicio a cada uno, a purgar para evitar cualquier recaída, tristeza,
oscurantismo y un cencerro para avisar de nuestra llegada a cualquier sitio,
que se queden los buenos, que se queden los puros.
Quizás con estas elementales consideraciones
sea capaz de construir la verdadera civilización del amor, que sea una cadena
más fuerte que el odio y que la muerte, aunque no sé si esa cadena debería ser
usada para todos poder agarrárnos o si algunos preferirían que se usara para
tomar a cadenazos a los que no aprobemos el casting terrenal de la perfección.
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