La situación de los que estamos en nueva unión es tan compleja que todas las opiniones son válidas, ésta es la nuestra (en este post y en los dos siguientes)para llegar a conclusiones importantes, sólo falta la tuya, para evitar que nos quedemos a mitad de camino.
Parafraseando respetuosamente a la mujer más controvertida de la historia argentina del siglo pasado, la cual cabe recordar ha sido amada y odiada en casi iguales proporciones, podría decir que:
Si no existieran los que proponen falsas opciones, ni los que pretenden considerar que las nuevas uniones de católicos son asimilables con las sacramentales, escribir estas líneas sería un derecho, pero hoy es mucho más que un deber.
La problemática de los católicos vueltos a casar o en nueva unión afecta de manera distinta según se tome conciencia o no, de la gravedad que esta situación representa a los ojos de las Iglesia y por supuesto del grado de importancia que la misma le da a este tema.
Alcanza con observar la frondosa bibliografía existente y la preocupación permanente del Sumo Pontífice.
Según los últimos datos que maneja la Iglesia Católica en la Argentina, el 88% de su población profesa la religión católica, tomando para esta consideración la cantidad de bautizados respecto de los habitantes.
Para este análisis vamos a obviar a todos aquellos a los que por cualquier causa el tema de la imposibilidad de acceder a la Comunión no les preocupa y mucho menos les afecta.
Vamos a centrarnos exclusivamente en esos hermanos en la fe, a los que si, este tema los martiriza y que lamentablemente y sin datos oficiales que respalden mi posición y a riesgo de equivocarme, tengo la más absoluta convicción que son muchos menos. Ojalá estuviera en un error.
Algunos a los que los afecta, pretenden subordinar el fuero externo a su propia conciencia y despotrican por no encontrar caminos alternativos, y en muchos casos abandonan la lucha, otros en cambio encolerizan al ver recibir la Comunión a asesinos confesos y nunca arrepentidos de sus criminales actitudes, sin comprender que el análisis del proceder es patrimonio de la propia conciencia y que será Dios, en definitiva, el día del Juicio Final el que evaluará las actitudes particulares de cada uno.
En ambos casos se quedan a mitad de camino.
Las leyes están para cumplirlas o para cambiarlas o al menos para internar modificarlas, pero no para acomodarlas a la conveniencia o necesidad de cada uno, ya que de ser así estaríamos ante un caos y no existiría Sociedad que pudiera resistirlo, ni religión que pudiera tolerarlo. Sería el paraíso de la anarquía
Dentro de este grupo de católicos que a su manera quieren cambiar las cosas, pueden escucharse reflexiones muy sentidas y hasta en algún punto compartibles, a no ser por la adhesión sin condicionamientos que impone la propia conciencia y el justo saber.
En este terreno hemos escuchado hasta el hartazgo, la duda dolorosa de algunos viudos o solteros que al formar una nueva unión con un divorciado se ven impedidos de acceder a los Sacramentos, por el solo hecho de continuar su vida con alguien que ostenta el raro privilegio de haber fracasado en su matrimonio anterior.
Estas situaciones tienen un solo posible remedio y es verificar a través de los Tribunales Eclesiásticos si la unión anterior del divorciado, ha sido elevada al grado de Sacramento o si simplemente ha sido una unión de carácter civil, a pesar de la ceremonia, el vestido blanco, y el arroz a la salida del templo.
Llegar a esta conclusión no es tarea sencilla, pero no está reservada a ricos y famosos ni es imposible de arribar, pero convengamos que no es soplar y hacer botellas, ni nada que se le parezca.
Queda otro grupo, numerosísimo dentro de los divorciados vueltos a casar (obviamente reducido a los que les importa y les afecta su condición irregular) que nunca podrán acceder a la nulidad matrimonial, pero que sin embargo tienen la más íntima convicción que todos estamos llamados a la Salvación, por que Dios es justo pero también, afortunadamente, es misericordioso.
De este grupo ya se ha ocupado larga y decididamente la Iglesia a través de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio a punto de cumplir sus primeros 20 años, de numerosas consideraciones de Juan Pablo II, de una apertura impensada en el pasado reciente, de numerosos documentos de la Congregación de la Fe y de recomendaciones de nuestros Obispos.
A pesar de todo esto y de mucho más que resultaría tedioso enunciar, la más cruda realidad muestra que no resulta suficiente para paliar siquiera en medida alguna el terrible padecimiento que sufren los divorciados vueltos a casar, que con un pretendido fuerte compromiso con la Iglesia y un sumiso espíritu obediente, en cuanto al cumplimiento irrestricto de las verdaderas enseñanzas, pasan sus días no sólo sin acceder a los Sacramentos, sino que además sufren en algunos casos una discriminación vergonzante y muy poco cristiana y en muchos otros casos no encuentran un espacio contenedor, realista, aggiornado, misericordioso y fundamentalmente cumplidor de las instrucciones del Sumo Pontífice y de las recomendaciones absolutamente claras y concretas de todos nuestros Pastores.
Cabría preguntarse en que lugar se produce el punto de inflexión o para usar una terminología más vulgar: el corto circuito.
Si el basamento de una pastoral adecuada es lo suficientemente explícito a partir de las recomendaciones del Sumo Pontífice, si además todos nuestros Pastores intentar transmitir el mensaje de la Salvación con gran fidelidad, si existen intentos aislados, descoordinados pero intentos al fin y todo es o casi todos suponemos con bastante aproximación, que la problemática sigue sin encontrar un adecuado marco de contención, por algún lado hay que buscar la salida.
COMENTARIO:
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Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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