Se dice de nosotros que somos adúlteros, pecadores, concubinos y algunos otros vocablos que con escasa misericordia nos hacen re - pensar lo tan malos cristianos que debemos ser.
Aunque parezca mentira, todo esto es pura y exclusivamente porque no vivimos como hermanos, o sea porque tenemos relaciones sexuales dentro de nuestra propia relación de pareja, ya que si renunciáramos a ello, no habría ningún inconveniente en que accediéramos a la totalidad de los sacramentos.
Respecto de esta situación no emitiremos un juicio de valor, ya que podríamos ser tildados de herejes y/o sacrílegos y hasta en un ataque de disciplina quizás, alguien podría pedir que nos excomulgaran.
Más allá de esta situación, obviamente tenemos opinión formada.
Hasta aquí la descripción de cómo nos consideran, independientemente que al finalizar cada ejemplar manifestación, se cuela la muletilla que seguimos perteneciendo a la Iglesia y que tenemos las puertas abiertas, en un acto que desde siempre agradecemos.
Pero avancemos un poco más ¿quiénes son los que nos acusan, los nos señalan?
Y ahí deberíamos ir por partes, ya que si se tratara de laicos, como algunas veces sucede, sería bueno saber si al ver la paja en nuestro ojo, también ven la viga en el propio, no sea cosa que si son casados sacramentalmente no tengan un cumplimiento estrictísimo de la castidad conyugal, ya que en caso de darse esa dicotomía, sería un tanto lamentable.
Mi ignorancia me imposibilita conocer cuántos matrimonios son padres de familia realmente numerosa y no como mi caso particular que sólo tengo 4 hijas.
Seguramente quienes nos tratan de adúlteros, tendrán algunos hijos más y también se habrán doctorado en control de la natalidad mediante la utilización de métodos naturales.
De no ser así, sería otro caso de hipocresía, no demasiado distinto de los que casi todos conocemos.
Pero la historia sigue, veamos: ¿alguno de ustedes se divorció nada más que para incumplir el compromiso del día del casamiento?, supongo que no, con lo cual casi podemos asegurar que nadie se casa para divorciarse y luego volverse a casar, salvo que no esté en su sano juicio.
Alguno de los que nos adjetivan con tan hermosos calificativos ¿se rasgó las vestiduras, al ver a genocidas comulgando? ¿Alguno inició tramitaciones de apostasía al enterarse de conocidas nulidades? sin contar algunos otros casos que seguramente cada uno conoce.
Pues bien, el problema de los católicos divorciados en nueva unión es exclusivo de los católicos divorciados en nueva unión que mantienen vigente y militante su fe, ya que al resto casi le resulta indiferente, con lo cual con lo que se hace quizás para muchos sea suficiente, aunque para otros no lo sea tanto.
Para finalizar, como cada domingo repite el párroco de la Iglesia donde acudo, nosotros a lo nuestro y lo nuestro es seguir a pesar de todo, seguir yendo a misa, seguir rezando, seguir bendiciendo la mesa, seguir honrando a nuestros a muertos, seguir haciendo todo lo que nuestra fe nos impulse, seguir comulgando espiritualmente, seguir educando a nuestros hijos en la fe, en síntesis, seguir siendo buenos cristianos, ya que la misericordia de Dios es infinita y eso es suficiente.
Nosotros a lo nuestro, a pesar de lo que se diga de nosotros.
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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