e)¿Qué piden las personas divorciadas y casadas de nuevo a la
Iglesia a propósito de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación?
Otra vez la
formulación es poco correcta, el problema no es la Eucaristía, esa es la
consecuencia, el quid de la cuestión es la problemática que impide el acceso a
la Confesión y por ende no se puede comulgar.
Esta simpleza es
poco explicada, lleva a simplificaciones poco adecuadas, lo que reduce la
situación a una consigna panfletaria y da pábulo a los que sostienen, mirándose
el ombligo y asumiéndose como puros, cristalinos, e irredentos a decir: ¿qué pretenden estos pecadocéntricos? ¿Quieren
una iglesia a su medida?
Sólo falta que digan: “que se vayan todos” (los pecadores) y quedémonos sólo nosotros,
los buenos, realmente un planteo esquizofrénico.
Entre las personas que se encuentran en estas situaciones ¿cuántas
piden dichos sacramentos?
La reducción del
problema a una cuestión meramente cuantitativa es restarle importancia, es casi
tratar a los que realmente estamos preocupados con la situación y con las
consecuencias en el seno de la Iglesia de este tema, casi de imbéciles.
Más allá de cuantos
sean, nos atrevemos a creer que no serán muchos y ¿eso qué importancia tiene?
La respuesta es ninguna.
Los que podrían
pedir son aquellos que siendo católicos comprometidos no están lo suficiente enterados
y si esa cantidad no fuera mucha habría que preguntarse desde donde se genera
tanta ignorancia.
Obviamente que no
sucede, salvo en casos especiales, donde algunos buscando un sacerdote cómplice
se lo pregunta y en una de esas se consigue algo pero a sabiendas que nos es lo
que corresponde, la pregunta, tal como se dice en España es por ignorancia o
“por si cuela”
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