ASI SOMOS

Algunos nos llaman adúlteros, nosotros preferimos definirnos como:

católicos por el bautismo, comprometidos por la fe, independientes porque nadie nos ha lavado el cerebro, divorciados por que las circunstancias de la vida nos han llevado a un fracaso y en nueva unión porque creemos firmemente en la familia como célula básica de la sociedad y hacemos de la Comunión Espiritual nuestro alimento del alma y porque nos sometemos al Fuero Externo.

Todo esto aunque los retrógrados y preconciliares nos digan simplemente ADULTEROS.

marzo 08, 2009

CUANDO LOS SUEÑOS MUEREN (Parte 4 de 5)


Parece muy interesante y novedosa toda esta declaración de los Obispos, y a pesar que de fines del siglo pasado, dá la sensación que que por actualzado de su contendio bien podría ser del siglo que viene.

Un tiempo para el duelo... y el perdón


Deseamos dirigimos ahora en especial a aquellos de vosotros que estáis experimentando la angustia de asistir a la muerte de vuestro matrimonio.

Reconocemos que existe un auténtico proceso de duelo por el que habéis de pasar. También puede darse, junto con el dolor que sentís, un profundo enojo.

Ambas cosas deberían encontrar una respuesta compasiva en la comunidad eclesial.

La Iglesia está especialmente capacitada para ayudaros a afrontar vuestra ira y reunir el valor necesario para perdonar, porque sabe que el perdón -el amor reconciliador de Jesucristo- es el fundamento de su esperanza.

La ira daña a quien está airado y, al igual que ocurre con el duelo, hemos de permitirle que sirva para sanar.


No tendríais que disculparos por buscar el consejo

de un sacerdote.

Al contrario, deberíais encontrar en él a un oyente atento y a un pastor comprensivo.

Jesús, el buen pastor, se dirige a aquellos que han entregado sus vidas a su servicio cuando dice: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso... pues soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11,28).

De igual modo, la comunidad parroquial debería reflejar el calor de una familia amorosa.

Cuando la parroquia abre sus brazos y acoge amorosamente a los desfavorecidos, está acogiendo al propio Jesús (véase Mateo 25,31-46).

Debéis saber que no tenéis que llevar solos el peso de vuestra soledad.

El Señor, que está cerca de los abatidos (Salmo 34), desea que encontréis la paz. y es la comunidad que lleva su nombre la que ha de revelar el lugar donde hallar dicha paz.


La vida necesita amor


Gran parte de lo que aquí hemos expuesto se aplica también a quienes, después de un divorcio, han intentado un nuevo matrimonio fuera de la Iglesia.

A vosotros queremos deciros una palabra especial.

Aunque, después de haberos divorciado y vuel¬to a casar, no podéis participar en los sacramentos como miembros de pleno derecho de la comunidad, ésta tiene el importante deber de apoyar, animar y nutrir vuestra fe, porque seguís siendo nuestros hermanos y hermanas.

En marzo de 1979, en su primera carta encíclica a la Iglesia ya todos los hombres y mujeres de buena voluntad, el papa Juan Pablo II nos recordó que la vida es imposible sin amor.

Si el amor no se nos revela, si no lo encontramos, «si no lo expe¬rimentamos y lo hacemos propio», entonces la vida «está privada de sentido» (véase Redemptor hominis, 10).

Estas palabras tienen aquí especial relevancia.

Las faltas personales contribuyen invariablemente a cualquier ruptura matrimonial.

Nadie niega que las personas pueden fallar.

Pero, si logramos entender que el fracaso no hace a nadie indigno de ser amado a los ojos de Dios, estará muy claro que las personas, a pesar de sus fallos, siempre tienen derecho a nuestro amor.

La necesidad de amor no desaparece por el simple hecho de que una persona ya no esté casada.

Dado que ha conocido el amor, la necesidad es aún mayor.

Y si no encuentra ese amor en una comunidad cristiana acogedora, abierta, humilde y espiritualmente adulta, quizá lo busque en una nueva amistad irregular. Todos tenemos una responsabilidad a este respecto.

* Animamos a los que os habéis casado de nuevo a examinar vuestras circunstancias concretas y, si vuestro párroco lo cree conveniente, a buscar la ayuda del tribunal diocesano.

* Pedimos a nuestros sacerdotes y ministros laicos que estudien la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, con el fin de apoyar activamente a las personas que tratan de ayudar, y que estén dispuestos a escuchar y acompañar a quienes buscan consejo.

* Nuestros servicios sociales católicos ofrecen consejo y guía profesional.

Un encuentro con estos servicios, cuando se han reconocido las dificultades, puede ayudar a las parejas a evitar crisis posteriores.

* Los consejos pastorales parroquiales deberían interesarse especialmente en este vital aspecto, buscando formas de enriquecer el bienestar litúrgico, social y educativo de quienes tienen dificultades en su matrimonio.


Fuente:

Declaración publicada en principio por los obispos de Nueva Zelanda en 1982 y que posteriormente la hicieron suya los obispos de Australia.

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