ASI SOMOS

Algunos nos llaman adúlteros, nosotros preferimos definirnos como:

católicos por el bautismo, comprometidos por la fe, independientes porque nadie nos ha lavado el cerebro, divorciados por que las circunstancias de la vida nos han llevado a un fracaso y en nueva unión porque creemos firmemente en la familia como célula básica de la sociedad y hacemos de la Comunión Espiritual nuestro alimento del alma y porque nos sometemos al Fuero Externo.

Todo esto aunque los retrógrados y preconciliares nos digan simplemente ADULTEROS.

marzo 09, 2009

¿EL ABRAZO QUE NO LLEGA? (Parte 7 de 9)


En este post, el autor nos habla con fraterna misericordia, con comprensión y con una interpretación excelente respecto de la posición en la que nos encontramos y el alcance de nuestro padecer.

Pero, junto a esto, me gustaría señalar tres cosas.

Primero, la referencia a tres de los sentimientos que afectan a las personas divorciadas: tristeza, dolor y frustración interior.


Segundo, la afirmación tajante de que no son excluidos de la vida de la Iglesia.

Tercero, se afirma, también de modo innegable, la cercanía de los pastores a las personas divorciadas.

Leamos ahora el número 23: «Deseamos dirigir una palabra especial a todos los que sufren, especialmente los enfermos y discapacitados que están unidos al sacrificio de Cristo por su sufrimiento (cf. Rm 12,2).

Por el dolor que sentís en vuestro cuerpo y en vuestro corazón, participáis de manera singular en el sacrificio de la Eucaristía como testigos privilegiados del amor que de ella deriva.

Estamos seguros de que en el momento en que experimentamos la debilidad y nuestros propios límites,...
la fuerza de la Eucaristía puede ser una gran ayuda.

Unidos al misterio pascual de Cristo, encontramos la respuesta a las cuestiones candentes del sufrimiento y de la muerte, sobre todo cuando la enfermedad toca a niños inocentes.

Nos sentimos cercanos a todos vosotros, pero especialmente a los moribundos que reciben el Cuerpo de Cristo como viático para su último paso al Reino».

Después de lo dicho en el número 15, ¿cabe alguna duda sobre el hecho de que las personas divorciadas forman parte de «las personas que sufren»? ¿Puede pensar alguien que los padres sinodales han querido excluir a las personas divorciadas?

Dicho de otro modo, lo que se dice en este número ¿no se está diciendo también para las personas divorciadas, especialmente para las que se han separado sin culpa por su parte?

Si esto es así, por el dolor que sienten en su corazón, ¿no «participan de manera singular en el sacrificio de la Eucaristía, como testigos privilegiados del amor que de ella deriva»?

En un momento en el que, sin duda, experimentan la debilidad y sus propios límites, ¿se les va a negar «la fuerza de la Eucaristía», que, sin lugar a dudas, «puede ser de gran ayuda»? Así pues, ¿cómo podemos colaborar para que ese hermano y esa hermana concretos sientan que la paz está con ellos? ¿Cómo deben los pastores mostrar su cercanía?

Entiendo que son preguntas no fáciles de contestar. «Ciertamente, una cosa debe quedarnos clara: una solución sencilla y neta de las complejas situaciones de los divorciados que se han vuelto a casar no puede existir». Obispos de la provincia eclesiástica del Oberrhein, op. cit, p. 29 [15171]


Fuente:

Revista Sal Terrae,
Nº 93 (2005) páginas 963-974,

Artículo: ¿El abrazo que no llega?

Autor: Pablo Guerrero Rodríguez SJ

Asesor familiar. Madrid.


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