ASI SOMOS

Algunos nos llaman adúlteros, nosotros preferimos definirnos como:

católicos por el bautismo, comprometidos por la fe, independientes porque nadie nos ha lavado el cerebro, divorciados por que las circunstancias de la vida nos han llevado a un fracaso y en nueva unión porque creemos firmemente en la familia como célula básica de la sociedad y hacemos de la Comunión Espiritual nuestro alimento del alma y porque nos sometemos al Fuero Externo.

Todo esto aunque los retrógrados y preconciliares nos digan simplemente ADULTEROS.

marzo 09, 2009

¿EL ABRAZO QUE NO LLEGA? (Parte 4 de 9)


En este post, el autor nos direcciona hacia un excelente documento (el cual hemos publicado muy recientemente) y nos regala un análisis complementario, de modo que no perdamos ningún detalle.

Cuando los sueños mueren

En 1982, los obispos de Nueva Zelanda escribieron una declaración sobre la atención pastoral a los católicos separados y divorciados; meses después, la hizo suya la Conferencia Episcopal Australiana.

Su título: Cuando los sueños mueren.

Constituye, a mi juicio, el documento más hermoso dirigido a aquellos que padecen el dolor y la pérdida de una ruptura matrimonial.

El texto íntegro de dicha Declaración puede encontrarse en J. HOSIE, op. cit., pp. 93-102.

Su punto de partida es claro: «la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad y la fidelidad matrimonial no debe separarse de su doctrina sobre la necesidad de mostrar compasión y comprensión hacia quienes se encuentran en cualquier clase de dificultad».

Y es que «las personas compasivas muestran el rostro de Dios a un mundo en el que son muchos los que se ven afligidos por la tristeza, la duda y el miedo».

En dicho documento, y por eso hago referencia a él, presenta el divorcio como la muerte de un sueño y como tiempo para el duelo...

Demasiado a menudo, no prestamos atención a la situación real de las personas que se divorcian.

Todos los estudios realizados hasta el momento consideran la separación-divorcio como una de las tres situaciones más estresantes y Esto saldra antes del leer mas

dolorosas a las que se enfrenta un ser humano.

Las otras dos situaciones son la muerte de un hijo y la muerte del cónyuge.

En la mayoría de los estudios se sitúa el divorcio por encima de la muerte del cónyuge.

En el caso de las mujeres, en todos los estudios, la situación más dolorosa es la muerte de un hijo.

Desde mi experiencia profesional, coincido plenamente con la opinión de John Hosie en lo relativo a que «muy pocos, fuera de los que se han divorciado, pueden apreciar realmente que se trata de una de las peores experiencias que pueden sucederle a uno.

El dolor que produce es perfectamente comparable al provocado por la muerte del cónyuge.

Pero, además de este sentimiento, pueden producirse otros (fracaso, vergüenza, culpabilidad, rabia...) verdaderamente abrumadores.

Los divorciados sienten como si se ahogaran y como si nadie pareciera saberlo o preocuparse por ello» Ibid., pp. 21-22.

Otros sentimientos que aparecen a menudo en la experiencia de las personas divorciadas es la soledad y el abandono.

Los amigos y la familia no saben bien qué hacer y, en muchos casos, se dividen, se «retiran» o, peor aún (si cabe) juzgan y condenan.

En los momentos en que más necesitan ayuda, se sienten más abandonados y vulnerables.

Hay autores que hablan incluso del «estigma del divorcio». Algunos creyentes perciben esta sensación de abandono e incomprensión también en la Iglesia.

En algunos casos, incluso, se sienten maltratados por los tribunales eclesiásticos cuando acuden a iniciar un proceso de nulidad matrimonial. Es de justicia señalar que en nuestro país abundan tribunales eclesiásticos que se esfuerzan por atender con cariño, profesionalidad y delicadeza a las personas que inician un proceso de nulidad.

Es tarea de las personas que ejercemos ministerios pastorales informar verazmente sobre lo que significa un proceso de nulidad y contribuir así a acabar con una (en la mayoría de los casos injustificada) «leyenda negra» sobre dichos procesos.

De todas formas, tal y como han señalado numerosos obispos, teólogos y canonistas, los tribunales eclesiásticos necesitan «agilizar» y «humanizar» aún más los procesos de nulidad matrimonial.

La Iglesia, que por vocación debe ser lugar de acogida para los que están en necesidad, no acierta en ocasiones a abrazar a los hermanos y hermanas que sufren a causa del divorcio.

Y es que no hay abrazos a medias...

Este sentimiento de abandono e incomprensión (en la que, como he dicho, es probablemente la circunstancia más dolorosa que han vivido hasta ese momento) se acrecienta en el momento en que contraen segundas nupcias sin haber obtenido la nulidad del primer matrimonio.


Fuente:

Revista Sal Terrae, Nº 93 (2005) páginas 963-974,
Artículo: ¿El abrazo que no llega?
Autor: Pablo Guerrero Rodríguez SJ
Asesor familiar. Madrid. .

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