En este post, el autor nos invita a reflexionar juntos respecto de los sentimientos que abundan en los que habiendo pasado por el divorcio y su relación con su fe.
Se trata de preguntarnos juntos:
¿Qué les sucede a los divorciados, a los que no resulta fácil vivir con normalidad y plenitud su vida cristiana? ¿En qué consiste su pecado? ¿Qué deben tener en cuenta y hacer las personas con responsabilidad para que su discernimiento y su decisión, además de desenmascarar una situación de pecado que paraliza, faciliten la liberación, la vida y la reconciliación que Jesús, el Cristo, ofrece hoy y siempre?
Porque, «desgraciadamente, en nuestra comunidad, junto a la disponibilidad a la compasión hacia las personas en situaciones difíciles, existe todavía también mucha dureza e intransigencia.
No raramente se juzga y se condena sin consideración y por oídas, sin considerar las penas particulares de cada uno y los trágicos acontecimientos de la vida» Obispos de la provincia eclesiástica del Oberrhein (Alemania), «Acompañamiento pastoral de los divorciados»: Ecclesia 2.705 (08-10-1994), p. 29 [1.517]. .
Hoy, como hace dos mil años, hay una manera de mirar que nos hace pensar: «éste, si fuera profeta, sabría quién y qué tipo de mujer es la que lo está tocando, porque es una pecadora».
Pero también hoy es posible mirar con los ojos del Maestro y escuchar, en el fondo de nuestro corazón sus palabras de consuelo y liberación: «sus muchos pecados quedan perdonados, porque ha amado mucho».
Así lo leemos en el capítulo 7 del evangelio de Lucas.
El fariseo ve frente a sí a una pecadora, una oveja negra, una escoria... Jesús ve a una persona (ve a una hija y a una hermana).
El fariseo la ve «haciendo cosas». Jesús la ve «amando».
El fariseo la había condenado antes incluso de que hubiera entrado en su casa. Jesús la acoge y la abraza.
Sin duda, se trata de dos miradas completamente distintas que tienen su origen en dos corazones muy diferentes.
Este artículo, pues, es una tentativa de poner voz a personas concretas, con problemas, biografías, deseos, fracasos y éxitos concretos.
Personas profundamente buenas. Todos las conocemos.
Hoy las encontramos en casi todas las familias. Son personas que se sienten incomprendidas. Personas que son conscientes de lo difícil de su situación.
Personas que, en muchos casos, han vuelto a casarse para proteger a sus hijos, para intentar que crezcan en un ambiente de amor, para ofrecerles los frutos que ese nuevo amor genera...
Ellos y ellas tienen miradas concretas y sed de felicidad, de cariño, de ser abrazados de verdad, de ser acogidos y comprendidos.
Son personas que han «muerto», pero que también han resucitado.
Porque «divorcio significa derrota y fracaso, pero también puede significar victoria y éxito. Significa pena y dolor, pero también curación, perdón y paz.
Significa rechazo, pero también puede significar aceptación.
Significa pérdida de esperanzas y final de sueños, pero también puede significar una nueva vida, nuevas esperanzas y nuevos sueños.
En una palabra, el divorcio significa muerte, pero también puede significar resurrección»
J. Hosi E, Con los brazos abiertos. Católicos, divorcio y nuevo matrimonio. Sal Terrae, Santander 2001, p. 11.
Fuente:
Revista Sal Terrae, Nº 93 (2005) páginas 963-974,
Artículo: ¿El abrazo que no llega?
Autor: Pablo Guerrero Rodríguez SJ
Asesor familiar. Madrid.
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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