En una reunión de Cursillistas (miembros del Movimiento de Cursillos de Cristiandad) fuimos invitados a participar de la Proclamación de la Palabra y ahí acudimos.
Fue el 1º Jueves de Marzo, de 22.00 a 24.00, un horario especial para la reflexión, pero poco propicio para una noche lluviosa y fría del invierno español, a pesar de eso, había casi 30 personas.
En la Homilía, el párroco comentó algo que cuya fuente es el inobjetable Concilio Vaticano II, de un modo majestuoso, y para rematar la faena, nos dió a cada uno una hojita donde estaba el texto que había sevido de base para su reflexión, realmente un detalle de muy buen gusto.
Ahora lo transcribimos, remarcando lo mismo remarcó el SACERDOTE (lo ponemos con mayúscula porque así lo sentimos y no por error) y al final insertamos nuestro comentario.
El texto decía:
El Concilio Vaticano II quiere resaltar que "dado que Cristo Jesús, supremo y eterno sacerdote, quiere continuar su testimonio y su servicio por medio de los laicos, los vivifica con su Espíritu y los impulsa sin cesar a toda obra buena y perfecta" (LG 34).
"Pues a quienes Cristo asocia íntimamente a su vida y a su misión, también les hace partícipes de su oficio sacerdotal con el fin de que ejerzan el culto espiritual par gloria de Dios y salvación de los hombres. Por lo cual, los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo ...
... son admirablemente llamados y dotados, para que en ellos se produzcan siempre los más ubérrimos frutos del Espíritu" (LG 31).
Así pues, el bautismo nos une a Cristo Sacerdote y nos hace partícipes de su mismo sacerdocio, y no sólo a los que llama al ministerio sacerdotal, de cuyo sacerdocio se distinguen no sólo en grado sino en esencia, sino todos.
Este sacerdocio real del que todos somos partícipes nos da la posibilidad de ofrecer en nuestra vida aquel culto que Él mismo llamaba "adorar al Padre en espíritu y verdad" (Jn 4, 23).
Los seglares están llamados a ofrecer toda su vida como sacrificio espiritual, cooperando así con la Iglesia en la consagración del mundo realizada continuamente por el Redentor.
"Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu.
En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor.
De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios" (CEC 901).
COMENTARIO
El Concilio Vaticano II plantea, con notable previsión que: “… incluso las molestias e la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo…”
Y en este terreno tenemos un sitio reservado, una entrada VIP para el palco de honor, ya que quienes hemos pasado por la traumática y dolorosísima circunstancia del divorcio y luego hemos tenido la bendición de animarnos a nueva unión y por eso quedar excluidos del acceso a la Eucaristía y a pesar de eso seguimos vinculados en cuerpo y alma a la Iglesia, sin dudas que es una prueba que nos ha puesto la vida y que la sobrellevamos pacientemente.
Salvo que la inspiración del Concilio Vaticano II haya cambiado, nuestra vida es una hermoso testimonio de sacrificio espiritual, aceptable a Dios por Jesucristo.
Mientras que no podamos acceder a la Comunión Sacramental, nada ni nadie nos impedirá que hagamos de la comunión espiritual nuestro sustento, de nuestra relación intima y profunda con Dios nuestro lazo de unión, y de nuestra vida, con la gracia que nos impone las restricciones y nuestra presencia activa serán elementos que alguna vez alguien podrá considerar y de ese modo aflojar el corazón y abrir algunas mentes, que parecen tan inaccesibles como los archivos secretos del FBI.
Para terminar, en la celebración que les contamos, nadie nos preguntó si éramos un matrimonio consagrado o simplemente una “unión irregular” o formada por concubinos o adúlteros, como algunos pseudos orinadores de agua bendita, con escasa misericordia nos denominan.
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
Estimado Mundy:
ResponderEliminarEs muy importante para los laicos recordar estas palabras del Concilio sobre nuestra vida espiritual. Porque en estas líneas que citás se resume la esencia de toda práctica religiosa "auténtica". Me animo a decir que todo lo demás es "puro adorno" si no vivimos primero estos consejos.
Efectivamente, el Baustismo nos hace partícipes del Sacerdocio de Cristo, Sacerdocio verdadero y "único" aceptable a Dios porque en él no se ofrecieron animales ni alimentos, sino la misma vida de Jesús.
Al participar tan íntimamente de este sacerdocio, nosotros también ofrecemos nuestra vida entera a Dios, con todo lo que llevamos a cuestas, y lo entregamos al Padre con la ofrenda de Cristo en la Eucaristía.
Éste es el culto "agradable a Dios" del que habla San Pablo en Rom 12, 1-2. E incluye todas nuestras circunstancias y vivencias, incluídos nuestros pesares y angustias más profundas.
Es muy bueno saber que nuestros sufrimientos tienen un "sentido redentor" cuando los ofrecemos de este modo, porque conocemos por la fe que al menos no son padecimientos "inútiles" que van a caer en el vacío, sino que sirven para traer al mundo frutos de amor, paz, sanación y comunión, según la dispensación del Señor. Estos pensamientos nos devuelven la alegría y la paz en medio del dolor.
Por otro lado, es bueno recordarles a esos "pseudo espirituales" que juzgan y critican todo lo que no se acomoda a sus estructuras mentales, que lo que hace que un matrimonio sea un "sacramento" es el AMOR, la FE y la ESPERANZA, y de ningún modo la celebración religiosa, por más que se hubiera realizado en el mismísimo Vaticano. Donde no hay estos tres "condimentos", NO HAY MATRIMONIO EN CRISTO, no hay "signo" de su amor y alianza.
Por lo tanto, a los que tienen el atrevimiento de criticar y designar con calificativos peyorativos a las parejas que se aman, yo les pediría que revisen sus propias vidas y vean si realmente están viviendo una alianza de amor con sus esposos/as legítimos dentro de sus casas, no sea cosa que a la hora del examen, terminen reprobados...
Un abrazo,
Graciela
de Argentina
Graciela:
ResponderEliminarDe más está decirte que comparto tus opiniones, apenas pueda lo postearé.
Saludos