Hace algunos días planteábamos que el tema de la sexualidad ocupaba un lugar preponderante dentro del magisterio de la Iglesia y que sobre ese particular había diferentes matices a considerar.
Con lo que sigue podremos observar como el tema se reaviva “in eternum”
Hoy hemos recibido un trabajo difundido por la Agencia Fides titulado:
LA VIRGINIDAD DE MARIA Y SU SIGNIFICADO EN NUESTRO TIEMPO (www.fides.org/spa/documents/Especial_Virginidad_25032009.doc)
El citado artículo está compuesto de 5 partes:
Introducción / La virginidad de la fe / La virginidad del espíritu / La virginidad del corazón y La virginidad del cuerpo, y nos centraremos en este último.
Remarcaremos algunas partes que nos parecen significativas tanto para los divorciados en nueva unión, como para los que ya han obtenido la Nulidad Matrimonial y obviamente para los matrimonios sacramentados.
La virginidad del cuerpo
La Iglesia siempre ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y sin intervención humana.
Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, la virginidad de María manifiesta “la iniciativa absoluta de Dios en la encarnación” (n. 503).
Jesús es el nuevo Adán que inaugura la nueva creación.
El Hijo de la Virgen María viene directamente de Dios y todos aquellos que quieren ser sus hermanos y hermanas, han de ser regenerados desde lo alto.
La participación en la vida divina no proviene “de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios” (Jn 1,13).
Hoy nos vemos enfrentados a una suerte de fijación en relación con el sexo, bastante fuerte y, no pocas veces, enfermiza.
Quisiéramos superar las tendencias de un presunto cristianismo del pasado, adversario de la corporeidad, y buscamos gustar plenamente del amor, también en su dimensión sexual.
Pero por ese mismo sendero muchas veces se termina faltando el respeto a la dignidad del cuerpo humano.
En la Encíclica Deus caritas est, el Papa Benedicto XVI escribe a propósito:
“El modo de exaltar el cuerpo, como se puede constatar hoy en día, es engañoso.
El eros degradado a puro ‘sexo’ se vuelve comercio, una especie de ‘cosa’ que se puede comprar y vender, más aún, el hombre se vuelve y producto comerciable.
No es éste el gran “sí” que el hombre ha de dar a su cuerpo”.
El hombre, compuesto de alma y cuerpo, puede alcanzar la felicidad y el verdadero amor sólo si está listo para “un camino de ascenso, de renuncias, de purificación y de sanación” (n. 5).
La virtud que nos guía en esta vida es la castidad.
Esta virtud nos ayuda a no dejarnos dominar por las pasiones, y a integrar en nuestra vida la sexualidad que, como don precioso de nuestro Creador, hace parte de nuestro ser hombre o mujer.
Todo bautizado está llamado a la castidad.
Para los esposos estos significa vivir cada día el amor sincero y permanecer fieles el uno al otro hasta la muerte.
Están llamados a “poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios (1Ts 4,4s).
La castidad matrimonial implica también el “no” a la contracepción, en fidelidad a la doctrina de la Humane Vitae del Papa Pablo VI, y la elección de métodos naturales de regulación de la natalidad, en caso hubiera motivos serios para no tener más hijos.
Dicha disposición hace que el amor de los esposos se vuelva más fuerte y sincero.
Las parejas que viven la castidad matrimonial ofrecen un gran aliento a las personas célibes, solteras o viudas para vivir la abstinencia, y pueden incluso ayudar a los prometidos a reservar para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de cariños propias del amor conyugal.
Los grupos y movimientos que invitan a vivir la amistad con Jesús y a buscar la castidad y la continencia (como por ejemplo True Love Waits), pueden constituir una verdadera ayuda para los jóvenes.
También la consagración a María, difundida en algunos países, fortalece a los jóvenes en su compromiso de practicar con alegría la virtud de la castidad.
Debido a que hoy en día los hijos, mediante los medios de comunicación y en la escuela, incluso ya en la escuela materna, están sumergidos de información no pocas veces unilateral sobre la sexualidad, quisiéramos pedir a los padres que pongan mucha atención en este aspecto de la educación y que hablen con ellos de estos temas cuando sea oportuno.
Más que nunca, hoy en día se necesita el testimonio de personas que viven el celibato y la virginidad.
En todos los tiempos el Señor se escoge hombres y mujeres que renuncian libremente —“por el reino de los cielos” (Mt 19,12)— al gran bien del matrimonio, donando todo su amor a Cristo y poniéndose al servicio del prójimo como padres y madres espirituales.
Su vida es un don de Dios para la Iglesia y un fuerte signo para el mundo.
Si los sacerdotes y las personas consagradas viven su vocación con alegría, ejercitan una gran influencia en los hombres y son, por así decir, un signo de que en Cristo se encuentra la verdadera y definitiva felicidad.
Fuente: Agencia Fides 25/03/2009; Director Luca de Mata
Agenzia della Congrezione per L´Evangelizzazione dei Popoli
Por gentil concesión de la Familia espiritual “La Obra”
COMENTARIO:
Indudablemente el tema da para muchas opiniones, seguramente todos los que nos cuestionan por nuestra nueva unión deben ser padres de familias muy numerosas y obviamenete cultores de la castidad conyugal.
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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