En este post, el autor plantea sus dudas, muy legítimas por cierto, respecto de la situación en la que nos encontramos y sin ambigüedades define su posición, la cual recibimos con gozosa esperanza que un día se convierta en una realidad para el reencuentro definitivo.
Entiendo el ideal y entiendo que debe ser buscado, deseado y «luchado».
Entiendo la necesidad de normas generales «El derecho canónico, sin embargo, puede instituir sólo una norma generalmente válida, no puede reglamentar todos los casos individuales, a veces muy complejos.
Por este motivo se aclarará, en el coloquio pastoral, si lo que vale en general, resulta verdadero también en la situación concreta»: ibid., p. 29 [1.517].
Pero, verdaderamente, ¿no debería la aplicación a los casos concretos estar marcada por la misericordia? ¿Y no es la misericordia el regalo que Dios nos hace de poner su corazón al lado de nuestras miserias y de nuestro dolor?
Usando palabras de B. Haring, B. HARING, op. cit., p. 10.
¿no deberíamos procurar «ante todo y en definitiva que la Iglesia en su existencia toda, en su aplicación de la ley de Cristo y en su dedicación a los heridos o fracasados, sea cada vez en mayor medida el sacramento visible de la misericordia y la reconciliación de Cristo»"?
Considerar los casos particulares.
«Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones.
En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente y los que, por culpa grave, han destruido un matrimonio canónicamente válido.
Finalmente, están los que han contraído una segunda unión en vistas a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca
válido»: Familiaris consortio, 84.
, mirar con cariño y ternura el dolor de las personas concretas y, desde ahí, interpretar la ley, pronunciar una palabra de consuelo y liberación, hacer partícipes a estos hermanos que sufren del Pan partido, repartido y compartido... ¿es relativismo?; ¿es laxismo moral? Yo creo que no.
Al contrario, ¿no deberíamos preguntamos si no estamos corriendo el riesgo de caer en un tuciorismo desencarnado, en un rigorismo moral que, en lugar de transparentar al Dios de la vida, lo hace opaco a la vida de algunos de sus hijos e hijas?
Debo reconocer que me ponen muy nervioso las personas que ponen la ley antes que las personas (quizá porque yo mismo lo hago).
Y creo que el Dios de Jesús no entiende mucho de eso de «respetar el sábado», De lo que entiende nuestro Dios es de amor misericordioso, es decir, de ternura y sensibilidad (cf. Dives in misericordia, 14).
Llegados a este punto, puede sernos de ayuda escuchar de nuevo las palabras de los obispos neozelandeses y australianos: «sed especialmente respetuosos de la conciencia y las convicciones de los demás.
Cuidad de no imponer excesivas cargas, para no aislar más a quienes ya están solos ni permitir que nuestra propia ignorancia o nuestros prejuicios bloqueen el poder sanante y vivificador del Espíritu Santo». Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda, Cuando los sueños mueren, en J. HOSIE, op. cit., p. 101.
Fuente:
Revista Sal Terrae, Nº 93 (2005) páginas 963-974,
Artículo: ¿El abrazo que no llega?
Autor: Pablo Guerrero Rodríguez SJ
Asesor familiar. Madrid.
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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