En este post, Marcos (ARG) nos plantea las bases sobre las cuales deberíamos intentar entender cual es el plan de Dios, en su determinación del matrimonio indisoluble, visto desde la percepción de un divorciado en nueva unión.
El desafío es descubrir cuál es la voluntad originaria de Dios sobre el matrimonio.
Este tema, toca el corazón de todos, porque despierta sentimientos e ilusiones de amor que no fueron, de frustraciones de amor.
La Iglesia no reconoce destinos clausurados, aislados del resto de la Comunidad; el dolor de uno es el de todos, el bien de uno es el de todos, porque caminamos juntos y comulgamos en el destino.
El problema es que lo que dice Jesús es claro, no hay fisuras en su doctrina sobre el divorcio, con la novedad, también, que incluye a la mujer divorciándose, cosa que no ocurría en el pueblo de Israel.
Jesús con su autoridad mesiánica conculca la Ley de Moisés que la había dado por la “dureza del corazón” de los hombres y pone las cosas como al principio, en el Génesis.
Conculcar la ley es infringir la ley, para inculcar lo nuevo (afirmarse en).
La obra de Jesús es la restauración de lo que había querido ser el plan original de Dios desde el principio, en el proyecto de la creación del hombre, de este interlocutor de la libertad divina, queriendo que varón y mujer tuvieran una unión de amor indisoluble, con ningún lazo humano más fuerte que éste fundado en la libertad de amor de dos personas.
Al decir que es voluntad original y creacional de Dios, programa interior según el que fuimos hechos, nos dice que arranca en el orden natural, nos dice que lo llevamos escrito dentro pero.....a esto se le suma el drama del pecado, las tendencias de las pasiones, la dificultad de los vínculos, etc. que tuerce y hace difícil el plan de Dios.
Así como es necesaria la indisolubilidad para la fe porque es un testimonio de la fidelidad divina, es casi imposible fuera del ámbito de la fe sin la restauración que hace Jesús.
La Iglesia defiende el matrimonio indisoluble en cualquier parte y para cualquier persona porque es un bien para todos.
La restauración no es ideológica, no está diciendo solamente cómo fuimos pensados sino que hay una operación de la Gracia, de vínculo de Él con cada matrimonio que confirma y purifica el matrimonio elevándolo por la fuerza de Su Presencia.
Jesús fundamenta en su frase “Ámense...como yo los he amado” y nos amó con un amor indisoluble.
Este es el amor que siento, que me quemó, me movió y me impulsó a atreverme a vivir una nueva vida.
La alianza de Dios con nosotros es nueva y eterna, el matrimonio de Dios con su pueblo es indisoluble y esto es lo que queda sellado en la Cruz.
El amor de Dios es unilateral, se funda en si mismo, más allá de la fidelidad de la Iglesia. Por eso lo Primero es el Amor.
Él se compromete a amarla y a dar Su Sangre por ella para siempre. No se funda en la reciprocidad como en el matrimonio.
Jesús hace su alianza en la Cruz porque, la Encarnación es el matrimonio de Dios con la sustancia humana, asumiendo la naturaleza humana de una manera indisoluble en la persona del Verbo como gesto de amor a todo lo humano y a todos los humanos.
El matrimonio cristiano se va a fundamentar en la imagen, fuerza y energía de ese amor que le es dada en el Sacramento y de ahí la pretensión tan terrible e impresionante de la indisolubilidad que sería imposible sin la obra de Dios y que, pretenderla fuera de la fe es casi imposible.
En la ilusión de amor, que todos llevamos dentro, el amor es eterno en si mismo no sólo en el futuro sino también en el pasado.
La lógica de la indisolubilidad entra en el terreno del exceso de amor, como el de Dios por el hombre, que a la lógica humana parece locura.
Un Amor Entrañable de Misericordia.
¡¡¡¡¡Todo esto es una locura !!!!!.
Marcos
Le escribo por este medio, sin complejos ni pre conceptos pueriles, con la casi plena seguridad que Usted nunca llegará a enterarse del contenido de la presente, salvo que algún piadoso villenense, estudiante de doctorado, o algún otro visitante ocasional de la Santa Sede se la haga llegar, pero como decía un Santo nacido en Barbastro (Huelva): “Haz lo que debas, a...unque debas lo que hagas” y a eso vamos.
Me tomo el atrevimiento de dirigirme a Usted desde las antípodas del pensamiento (futbolísticamente hablando, obvio, aunque estemos en la B Nacional, Huracán, existe) tal como lo hice hace más de 10 años y en ese momento para mi sorpresa tuve una respuesta elocuente, nada de palabras huecas, nada de dilaciones estériles, actos concretos, hechos reales.
Bastó una Audiencia casi inmediata con el Obispo Auxiliar a cargo de la Pastoral Familiar en la Redonda de Belgrano y si no hubiera sido por mi cruzada del charco, seguramente desde varios años esa idea hubiera tomado cuerpo, hubiera visto la luz y, quizás, hoy muchos nos sentiríamos partícipes de un muy interesante ámbito de reflexión y contención.
Como no le di las gracias en su momento, tarde pero seguro, aprovecho la oportunidad para hacerlo. Nobleza obliga.
También le escribo desde el conocimiento, casi en primera persona, de sus apoyos a un hermoso y colorido movimiento, nacido en Palma de Mallorca y difundido en todo el mundo, con relación a una apertura muy acorde a los tiempos, aunque por razones estatutarias (obviamente modificables) no hayan considerado posibles sus sugerencias, ha sido otra verdadera lástima.
Se podría haber brindado contención y felicidad a muchos, pero las cosas son como son y quizás en el futuro la apertura, el aggiornamiento y la comprensión sean elementos que algunos puedan tener en cuenta y seguramente contarán con el respaldo de quienes corresponda.
Imagino, sin demasiada inteligencia, que el camino que deberá recorrer será cualquier cosa menos fácil, que como dice San Lucas en su capítulo 10, "la mies es mucha y los obreros pocos", al menos los que estén realmente dispuestos a poner cada cosa en su lugar, pero al aceptar la decisión del Cónclave eso ya lo sabía, así que ahora sólo resta hacer y confiar en la Divina Providencia.
Su estilo claro, cercano, agradable será un buen elemento para "caminar, edificar y confesar" como magistralmente nos ha señalado el derrotero y es dable creer que por esa huella será un desafío alucinante caminar, sin necesidad de demasiadas cosas extras.
Los temas siempre pendientes son muchos, todos importantes y según con quien uno hable o que periódico lea parece que todos necesitan una respuesta inmediata, ejemplarizante en algunos casos y de estricta justicia en otros, pero realmente cada cosa deberá esperar su turno y esa Iglesia a la medida de cada uno, esa Iglesia que reivindique al Evangelio según San Yo, esa Iglesia inmediatista del Llame Ya, es una Iglesia que no existe y que seguramente no existirá, así que no se preocupe, mientras tanto ladrarán y esa será la señal inequívoca que cabalgamos.
A pesar de todo me atreveré a llamar su atención en un tema que a varios, diseminados por todo el mundo, nos ha tocado la lamentable situación de romper nuestros matrimonios y en algunos casos la bendición de tener una nueva posibilidad y hemos encontrado en la Exhortación Apostólica Familiris Consortio una luz de esperanza, aunque luego de más 30 años de esa hermosa Encíclica de SS Juan Pablo II, quizás algo más se pueda hacer, tal como se ha planteado en varios Sínodos.
El acceso a los Sacramentos es pan de vida y bebida de salvación y aunque cueste creerlo, son muchos los famélicos que verían con sumo agrado que de una manera concreta se los tuviera en cuenta y para eso contamos con Usted, con su comprensión, con su cordialidad, con su buen hacer y recordando a San Mateo (7.7) resuena en los oídos, en el cerebro y en los corazones aquello de:”Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” y esto renueva la ilusión y esperanza, esa segunda virtud teologal que algunas veces el ajetreo de lo cotidiano nos hace olvidar.
La Comunión Espiritual es reconfortante, es un paliativo hermoso, es un acto de cercanía que hace vibrar el cerebro y que acelera las pulsaciones, pero convengamos que no es lo mismo ni mucho menos y de eso pueden dar testimonio elocuente quienes a lo largo de los años se quedan de rodillas en los reclinatorios, con rostros compungidos y dolor en el corazón.
Sabemos que el camino será largo, que los obstáculos se multiplicarán a cada paso, que entre las urgencias de unos y la laxitud de otros algunas cosas se podrán complicar, pero también sabemos que si bien no hay rosas sin espinas, quizás algún día podamos decir que no hay espinas sin rosas.
Me despido con la inconmensurable convicción que: Cristo, cuenta contigo y nosotros con su Gracia.
Dios guarde a Su Santidad
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